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Testimonios que tras recibir un trasplante se modificó su personalidad.
¿Podría tener este órgano capacidades que se creían únicas del cerebro?
Paul Pearsall, autor del libro “El código del corazón”, Gary E Schwartz y Linda G. Russek, autores de “El universo de energía viviente”, han ido recogiendo durante dos décadas testimonios sobre qué sientes personas receptoras de corazones y otros órganos. Estos son algunos:
1. Paul falleció a los 18 años en un accidente. SU padre, psiquiatra, descubrió una colección de poemas escritos por su hijo. En uno de ellos vaticinaba una muerte prematura y expresaba que su corazón “lo recibiría otra persona”. Su receptora, Danielle, también de 18 años, aseguró que cuando le mostraron unas imágenes identificó a Paul y dijo que al escuchar sus poemas fue capaz de recitarlos sin haberlos leído antes.
2. Carter, un bebé de 7 meses, recibió el corazón de Jerry, que murió con 16 meses. La madre de Jerry, médica. Relató que en su primer encuentro con Carter este se frotó la nariz contra la suya, igual que lo hacía Jerry. “Cuando él me abrazó pude sentir a mi propio hijo.
3. A una mujer de 35 años se le trasplantó el corazón de una joven prostituta muerta en una reyerta. En su testimonio, confesó que nunca le interesó el sexo de un modo especial. Desde el trasplante, sin embargo, deseaba practicar sexo con su marido todas las noches y necesitaba masturbarse dos veces cada día. Se aficionó a la pornografía y al striptease. Posteriormente descubrió la profesión de su donante.
4. Un joven artista gay murió en un atraco por las heridas recibidas en la parte inferior de la espalda; su corazón llegó a una mujer de 43 años. Esta empezó a tener pensamientos homosexuales desde su operación y a sufrir dolores en la misma zona donde su donante recibió las balas.
5. La madre de un joven trasplantado contó que la primera palabra que oyó a su hijo después de la operación fue “copacético”, aunque antes era totalmente desconocida para él. Cuando lo supo la esposa de su donante, reconoció que era una clave que usaban su marido fallecido y ella.
6. Un año después del trasplante, Mario entró en una iglesia de Boston. era la primera vez que la visitaba, pero le resultó familiar. Le pareció una sensación tan inquietante que volvió tres veces más y no le cupo ninguna duda de que era la iglesia de su donante. Además, en varias ocasiones le pareció ver un rostro suspendido bajo el techo. Solo cuando dejó de verlo empezó a sentir el nuevo órgano incorporado de lleno a su cuerpo.
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